domingo, 24 de julio de 2016

Monitor nuevo... sin mas remedio

Llevaba demasiado tiempo de tranquilidad. Pero se acabó.
Suelo entrar a Internet por la noche, porque es en esa banda horaria cuando la familia me deja más tranquila, cuando mas disfruto de poder hacer lo que me apetece, navegar, jugar, traducir... 

Anoche encendí mi queridísimo ordenador, pero la pantalla no quiso encenderse… Mi monitor tiene (más bien, tenía) como quince años de uso, muchas horas encendido, mucho trajín, varios traslados entre mudanzas y reordenación de muebles… No me puedo quejar, porque realmente ha sido un monitor muy bueno para aguantar todo lo que ha aguantado. Y anoche ya no aguantó más. 

Llevaba unos meses con fallos, avisándome de su muerte. Un día se iba el color, otro día parpadeaba sin motivo aparente… Mi “abuelito” monitor siempre tenía encendido su led de conexión, porque llevaba meses sin apagarse del todo, a no ser desenchufándolo de la red eléctrica. Anoche esa luz se extinguió. Murió.

Y claro, es imposible acceder al contenido de mi ordenador si no puedo ver. Sin pantalla, no hay ordenador. Sin ordenador, no hay Internet. ¡NO! Eso no es cierto, por suerte. Ayer pude acceder a Internet desde el portátil de mi hermano. Pero recientemente había cambiado las contraseñas y solo pude entrar en mi Facebook personal, que uso bastante menos, pero era la única cuenta que tenía las claves memorizadas en el portátil. Lo malo de crear contraseñas más seguras, mezclando números y letras tal y como se recomienda, es que luego no te acuerdes de esa nueva contraseña. Vale, en mi ordenador las tengo memorizadas y anotadas en un documento cifrado y protegido… pero mi ordenador estaba inaccesible. No tenía mis archivos, ni acceso a todos los servicios que uso, ni acceso a esta cuenta de Facebook que es con la que entro a grupos, a blog y demás historias de Hot Passion Books. Apenas pude revisar un par de cosas y apagué el portátil para acostarme a leer.

Como no podía ser menos, mi monitor falleció en viernes… para intentar joderme el fin de semana (uno largo, ya que el lunes es festivo), como si quisiera dificultarme el poder adquirir uno nuevo. Para remate, mi monitor falleció justo tres días antes de que cobre mi pensión y dos días después de haber tenido que pagar casi 600 euros en una serie de reparaciones de mantenimiento de mi coche que casi terminaron de “comerse” mi paga extra.

Pero mi monitor no supo putearme lo suficiente. No supo elegir la fecha más crítica. Porque todavía me quedaba una mínima cantidad de efectivo que había reservado para revisarme la dentadura, algo que ahora tendrá que esperar a la siguiente paga extra (si no surge nada más). Con ese dinero que había guardado, he podido comprarme un monitor y pude hacerlo hoy mismo ya que al ser sábado las tiendas abren. Y con más suerte de la que parece, resulta que estamos en época de rebajas.

No he podido permitirme el lujo de elegir demasiado, dado lo ajustado de mi presupuesto. No he podido permitirme esperar algún envío de oferta comprada por Internet, que hubiera podido ser mas barato pero me hubiera supuesto esperar varios días para recibir el nuevo monitor. A pesar de todo, he podido comprar una nueva pantalla, algo más grande que la anterior (que era de 19” y la nueva es de 24”) con bastante buena calidad y de una buena marca. 
No soy “marquista”, más bien compro “marcas blancas”, pero cuando quieres que algo dure debes elegir marcas que realmente ofrezcan calidad. Dudo que la pantalla nueva dure los mismos quince años que la otra (ya nada se fabrica como antes) pero al menos espero que dure lo más posible y cuento con el servicio de garantía post-venta de la marca.

Me consuelo pensando que de todos modos tendría que haber comprado un nuevo monitor cualquier día y al menos no me ha pillado sin un céntimo. Siempre buscando la parte positiva, siempre consiguiendo problemas pero también siempre logrando soluciones.

Entonces llegó otro inconveniente. La mesa donde tengo mi ordenador es gigante. La típica mesa de despacho, con ala abatible y cajoneras. Es casi más grande que mi propia cama… la compré aposta de este tamaño porque detesto “trabajar” en espacios reducidos. Como tengo una manía compulsiva de ordenarlo todo, preferentemente en cajones que oculten el desorden interno, había fabricado con tableros a la medida unos altillos a ambos lados de la pantalla para poder aprovechar mejor el espacio. Pero esos altillos, esos estantes, dejaban encastrada mi pantalla antigua… que era mucho más pequeña que la actual. Por tanto, tuve que desmontar un lateral de ese mueble añadido para poder adaptarlo a la nueva configuración, a la medida de mi nuevo monitor, sin perder demasiada capacidad de almacenamiento de trastos y demás enseres de escritorio. 

Suerte que me gusta el bricolaje, suerte que se me da bien diseñar estos muebles caseros, suerte que tengo herramientas para este tipo de “chapuzas” y suerte que hoy mi hermano estaba en casa para echarme una mano con todo esto. 

Pasé la mañana recorriendo un par de tiendas para elegir la pantalla. Al llegar a casa, pasé horas reformando la mesa de escritorio y después enchufé mi nuevo monitor. Solo una prueba, solo comprobar que enciende y funciona… y apagar el ordenador.

Porque hoy tenía previsto salir a celebrar el cumpleaños de una amiga y no iba a perdérmelo. Pasé la tarde de fiesta, de risas, de alegría… olvidando el malestar de la noche anterior, olvidando el “funeral” por mi monitor viejo y celebrando el “bautismo” de mi nueva pantalla… además del cumpleaños de mi amiga. 

De regreso a casa, saludo familiar, funciones básicas de cuidado de casa y madre y… ¡corrí como loca a mi cuarto para disfrutar de mi pantalla nueva! Pero cuando intenté acceder a mi ordenador, el muy caprichoso me tenía reservada otra sorpresa… de nuevo, como ya le pasó hace unos cuantos meses, había desaparecido uno de mis discos duros… justo el que contiene todo lo que realmente me interesa: mis documentos, mis traducciones, mis imágenes… 

Quiero creer que cuando reinicie el ordenador regresará ese disco duro, como suele hacer. Pero casi me da miedo intentarlo. Porque si es solo eso, tendré que combatir la tentación de ponerme a traducir o editar algún texto, o alguna de las cosas que me gusta hacer a estas horas de tranquilidad. Pero si se cierra en banda y no regresa, me va a cabrear y deprimir, jodiéndome el día, o lo que queda de él, y logrando que me cueste dormirme dando vueltas al problema.

Son las 6 de la mañana y ha sido un día agotador. Prefiero esperar a mañana, a dentro de unas horas, cuando haya dormido un poco, antes de pelearme de nuevo con este niño consentido que tengo por compañero de vida: mi ordenador.

Mañana espero encender el ordenador y encontrar accesible ese disco duro caprichoso que ni siquiera el técnico entiende porque desaparece cuando le viene en gana. De otro modo, me tocará esperar al martes para llevarlo a revisión urgente, porque mañana es domingo y el lunes es festivo. 
Hoy dormiré con los dedos cruzados.

1 comentario:

  1. Como fastidian los aparatitos.
    Mucha suerte con la pantalla nueva, a ver si dura mucho tiempo

    ResponderEliminar

No se permite lenguaje ofensivo.
No se permitirán enlaces o direcciones de correo electronico.