lunes, 4 de noviembre de 2019

Cuatro meses de decepción


Cuando las cosas no salen como deseas, la frustración se adueña de tu vida.
Desde hace ya un par de años, el deterioro de salud física y mental de mi madre ha sido tremendo. Sus médicos llevan al menos un año recomendando que se la ingrese en una residencia. Y solo decidí aceptar esa opción cuando vi que su deterioro cognitivo era alarmante.
Mi propia salud es lo bastante mala y preocupante como para necesitar la tranquilidad de saber que mi madre está bien atendida sin que tenga que ser yo quien realice su cuidado, porque ni tengo fuerzas físicas como para manejarla ni mi estado de ánimo es el optimo para ello.
Al final, tomé la decisión de solicitar plaza en una residencia para mi madre y gestioné todo el papeleo necesario para ello.
Tuve la suerte de que no tardaron mucho en asignarle una plaza. Pero como siempre, las cosas buenas me llegan con un punto malo… y la plaza se le asignó muy lejos de mi casa, en una localidad lejana y mal comunicada.
Rechacé la plaza y Servicios Sociales tenía un mes para asignarle otra… una plaza que ya no podría rechazar, fuese donde fuese. Incluso podía haber sido más lejos.
Pero de nuevo tuve suerte y le asignaron plaza en una localidad cercana y con buena comunicación hasta mi casa. La parte mala asociada a esta buena suerte es que esta residencia no solo no tiene unidad de Alzheimer y/o demencia senil sino que es una residencia de un grupo inversor en conflicto, con escasez de personal y poca calidad de cuidados para sus residentes.
Desde que mi madre ingresó, voy a visitarla dos o tres veces en semana. No puedo ir con más frecuencia porque tardo al menos 40 minutos en ir y otro tanto en volver.
Sin embargo, a menos de 10 minutos de mi casa hay una residencia geriátrica que dispone de la unidad de Alzheimer y demencia senil que mi madre necesita... y allí quería pedir el traslado. Pero para eso tenía que esperar 4 meses hasta poder presentar la solicitud.
Cada visita que hago, cada día que voy, he tenido que bregar con la desidia del personal de la residencia Vitalia Leganés donde está mi madre.
Cada día he tenido que contarles como cuidar de ella, resolver conflictos, quejarme de malas actitudes, evitar que le administren un medicamento que ya desaconsejó su neurólogo en un informe médico reciente, exigir que le apliquen un remedio porque tenía totalmente enrojecida la espalda y glúteos debido a la acumulación de sudor, demostrarles que mi madre es capaz de andar para que no la manipulen entre dos auxiliares como un saco de patatas…
Cada día una batalla, cada día regresar a casa con una nueva decepción, un nuevo quebradero de cabeza.
Mi madre ingresó en la residencia teniendo una escara en la zona lumbar que necesita cuidados especiales. Requiere curas diarias, cambios posturales… se supone que estaban haciendo eso desde que entró, el dia 24 de Junio. Pero el 19 de agosto la pasaron a la UGA, Unidad Geriátrica Asistida, una especie de “cuidados intensivos” que tienen en la residencia. La excusa es que allí estará mejor atendida, que allí pueden darle los cuidados que necesita. Según eso, cuando ha estado en su planta, ¿no le dieron esos cuidados imprescindibles para cualquiera que tenga una escara? ¿O la trasladan solo porque yo me he estado quejando?
En teoría, es bueno que la tengan en esa UGA porque mejorará de su escara. Pero el resultado más inmediato ha sido un tremendo deterioro de sus capacidades. Porque está olvidando como hacer algunas cosas que antes hacía por sí sola.
Lleva desde el día 19 de agosto sin salir de la cama, porque en la UGA no la sientan en un sillón ni la hacen andar. Por tanto, ya apenas se sostiene en pie. Y lo sé porque la llevamos a visitar a su hermana y fue casi imposible hacer que se moviera.
Cuando ingresó en la residencia, mi madre no tenía incontinencia urinaria o fecal, iba al baño sola y sabía incluso limpiarse (con supervisión). Cuando estaba en su planta, dejaron de darle esa opción, la llevaban entre dos auxiliares al baño, la sentaban, la limpiaban... Desde que está en UGA y no la sacan de la cama la han acostumbrado a usar pañal bajo la excusa de que la cuña le roza con la zona de la escara (señal de que les ponen la cuña y la dejan puesta horas hasta que hacen “algo” en ella). Así que ahora ya usa pañal como algo diario y habitual.
Lleva desde ese día de agosto sin comer nada solido, solo come purés y batidos o yogures, así no tiene que usar las dentaduras. Ahora, cuando le das algo que debe masticar lo escupe… porque ya no sabe hacerlo.  Incluso las pastillas se las machacan y se las dan en una cucharada del puré, sin importar el hecho de que así resultan amargas. De todos modos, antes tampoco le lavaban las dentaduras después de las comidas, porque según afirman eso es imposible ya que hay muchos ancianos que usan dentaduras postizas y no tienen tiempo ni personal suficiente como para darles ese cuidado... cuidado que por otra parte puede generar muchos problemas de salud, como infecciones dentales o estomacales, y que se recomienda a cualquier persona, tenga o no dentadura postiza. ¿A quien se le ha ocurrido que lavarse los dientes después de las comidas es algo prescindible o innecesario?
Si antes se aturullaba al hablar, ahora habla mucho menos, apenas con monosílabos… porque nadie acude a darle conversación los días que yo no voy a verla y está perdiendo la práctica del uso diario. En la UGA ni siquiera tiene un televisor o hilo musical para combatir el silencio de la habitación. Así que en este tiempo ha perdido la capacidad de andar o sostenerse de pie, la capacidad de contener esfínteres o ir al baño, la capacidad de hablar o responder, la capacidad de masticar o tragar sólidos… en solo 4 meses, me la están convirtiendo en un vegetal.
La tranquilidad que esperaba conseguir ha resultado ser solo una fantasía, una quimera.
Hace unos días pude solicitar el traslado, pero ahora toca esperar a que haya plaza disponible en la residencia DomusVi Móstoles, la que está al lado de mi casa. Por suerte, solo tenemos 3 personas delante en la lista. No sé cuando tiempo será eso. Espero que sea poco.
No sé si la otra residencia será igual de penosa, pero al menos la tengo tan cerca que podré ir todos los días o presentarme allí en 10 minutos si surge cualquier problema o asunto que deba solucionar. Tengo que conformarme con eso.
Es cierto que me han hablado muy bien de esta residencia. Mi tía, que vive en mi misma localidad, tiene amigas residiendo en este centro y afirma que están muy contentas allí, bien atendidas y relativamente felices.
En España estamos en plena época electoral y también de manifestaciones y protestas sociales. Cada día se descubre un nuevo caso escandaloso de residencias donde maltratan, desatienden y perjudican a los ancianos allí ingresados... es deprimente. El único consuelo es que ahora estos casos salen a la luz tanto en prensa escrita, televisión y radio como en redes sociales. Y cuando un problema es visible, es cuando empiezan a buscarse soluciones. No solo para ayudar a los abuelos que actualmente están en esas residencias, sino para que cuando nos toque a nosotros, que un día nos tocará, el sistema funcione mejor de lo que funciona actualmente. 
Mientras eso llega, he decidido que yo no quiero acabar en una residencia geriátrica. Voy a reservar medicación, de la más fuerte que tomo, y cuando me vea imposibilitada, me meto una sobredosis y me voy a la cama… a dormir el sueño eterno.


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