lunes, 4 de noviembre de 2019

Mi infierno intermitente


No se que maldición me ha caído encima, pero no dejan de sucederme cosas chungas.
Llevo un par de días sintiendo un dolor en la nalga izquierda del culo, un dolor que recuerdo del pasado y que, si no me equivoco, me llevará de nuevo a pasar por quirófano. La pasada noche de Halloween, 31 de octubre, estando en el pueblo de mis tías y casi incomunicada porque allí apenas hay cobertura de móvil y cero de wifi… noté este dolor que ya conozco demasiado bien.
Este es un tema algo desagradable y escatológico, así que si eres sensible a estos temas mejor no sigas leyendo... basta con saber que mi salud ha caído en un nuevo problema que me llega repetidamente puntual aproximadamente cada diez años.
La historia es larga y compleja. Ahí va...
Cuando tenía unos 18 años me salió un absceso en la zona cercana al ano, un foco de infección interno que tuvieron que limpiarme en un quirófano, bajo anestesia general. Aunque en ese momento quedó bien, mi excelente cicatrización hizo que se cerrara en falso, la carne se cerró pero dejando una zona infectada escondida.
Por supuesto, no tardé muchos meses en volver a sentir el mismo dolor y al acudir al médico detectaron que se me había reproducido aquel absceso, lo cual me hizo pasar de nuevo por el quirófano. Esta vez fue algo mejor y velaron para que no volviera a cerrar en falso.
Pero…
Unos años despues, cuando tenía 22 años el dolor regresó, esta vez más fuerte que nunca. Y me fui a urgencias, en taxi, de rodillas en el asiento porque ya no podía sentarme.
En ese verano tuve que pasar 8 veces por el quirófano. El absceso se había hecho demasiado profundo, en forma de herradura, llegando desde la nalga izquierda hasta la nalga derecha. La única solución consistía en cerrar desde el fondo con puntos reabsorbibles, pero dejando un hilo quirúrgico asomando para evitar que cerrase. Y quince días después, de nuevo al quirófano, de nuevo coser unos pocos centímetros y de nuevo dejar el hilo de seguridad para mantenerlo abierto.
Fueron 8 operaciones, una cada quince días, todas con anestesia general porque me advirtieron que en esa zona resulta peligroso intervenir con anestesia epidural, ya que existiría la posibilidad de que durante la operación hiciera alguna contracción muscular y el cirujano acabara cortando algún nervio importante que me dejara secuelas graves.
¡¡Fue uno de los peores veranos de mi vida!!
Pero el cirujano me garantizó que jamás volvería a tener que pasar por esto, que había quedado súper cerrado.
Y se equivocó.
Al pasar aproximadamente diez años más, cuando tenía 32, volví a sentir el ya conocido dolor.
Me pilló de vacaciones en la playa y con mi madre. Me había tirado todo el año ahorrando, metiendo monedas en una hucha para financiar esas vacaciones y poder llevar a mi madre a la playa.  
Cuando sentí el dolor, acudí a la farmacia y compré el antibiótico mas potente que conozco y que me recomendó el farmacéutico (el mismo que ya había usado durante mis anteriores experiencias con este absceso).
Pero fue en vano. 
El dolor aumentaba cada día más, me costaba andar, no podía sentarme… tuvimos que regresar. Podía haber ido allí mismo a urgencias, pero me pareció mejor volver a Madrid y así mi madre podría estar en su casa y acudir a verme al hospital.
El viaje de regreso fue toda una tortura. Mi coche (un cochecito viejo), no podía hacer todo el viaje de regreso sin repostar a mitad de camino, así que tuve que elegir una gasolinera donde hubiera personal atendiendo, que no fuera automática o de autoservicio, para poder echar gasolina sin bajarme del asiento del conductor… porque si me levantaba, estaba segura de que me dolería tanto que no podría volver a sentarme.
Y cuando llegué a casa… me limité a bajar el equipaje, buscar los informes clínicos de mis anteriores operaciones, darme una ducha y coger un taxi (de nuevo viajando de rodillas en el asiento) para acudir a urgencias.
Entré en urgencias con la certeza de que ya sabía mi propio diagnostico: absceso perianal isquiorectal en herradura… y no me equivoqué.
En esta ocasión fueron 7 las intervenciones que se necesitaron para cerrar el conducto del absceso, con la misma técnica de dejar un hilo quirúrgico para evitar que cerrase en falso y siempre bajo anestesia general.
Pero esa no fue la última vez que tuve que enfrentarme a este absceso cíclico que parece atacarme cada 10 años, aproximadamente… porque sobre los 44 años volví a notar ese archiconocido dolor.
Por suerte, esta vez en cuanto noté el primero pico de dolor acudí al especialista. La experiencia previa me hizo precavida y fue bueno que así lo hiciera, porque lo pillamos pronto y no había profundizado mucho. Por eso esta vez tan solo hicieron falta 2 operaciones quirúrgicas para terminar con mi absceso.
Pero… han pasado 10 años de ese último ataque de mi absceso y parece que es cada 10 años cuando regresa, el muy cabrón. Porque no me cabe la menor duda de que este dolor que me angustia ahora es el mismo dolor y va a requerir la misma solución en quirófano.
Contabilizando, hasta la fecha llevo 19 operaciones quirúrgicas para combatir el mismo absceso perianal isquiorectal… ya veremos cuantas operaciones necesitaré esta vez.

Siempre he bromeado con el hecho de que no soy virgen analmente, porque me "desvirgaron" en un quirofano y con un bisturí. Si alguna vez me han "dado por culo" ha sido estas 19 veces... pero siempre bajo anestesia general. Hoy, que estoy esperando la siguiente sesión de "romperme el culo", no tengo muchas ganas de bromear sobre ello.

Si creyera en maldiciones, mal de ojo o algo así, esta repetición de malas experiencias sería más comprensible y bastaría con buscar alguna curandera, medium, santera o bruja que me quitase el mal fario con algun contra-hechizo o similar.
Si creyera en la reencarnación y el karma, pensaría que en mi vida anterior debí ser muy mala persona o hacer daño a mucha gente y por eso en esta vida me pasan tantas putadas, pero también podría tener la esperanza de que mi próxima vida será buena para compensar esta, incluso MUY buena (hay mucho que compensar).
Pero no soy supersticiosa, no creo en esas cosas… solo creo que la vida es una mierda que apenas merece la pena seguir luchando.
Estoy deprimida, desanimada, negativa y pesimista. No es mi naturaleza, se me pasará, pero de momento… es lo que siento.

NOTA: Escribo esto desde el portátil de mi prima, aprovechando mis horas de insomnio. Ella me lo enviará el domingo cuando regresemos a la civilización para poder publicarlo en mi diario y que mi gente pueda leer mis desventuras.

Cuatro meses de decepción


Cuando las cosas no salen como deseas, la frustración se adueña de tu vida.
Desde hace ya un par de años, el deterioro de salud física y mental de mi madre ha sido tremendo. Sus médicos llevan al menos un año recomendando que se la ingrese en una residencia. Y solo decidí aceptar esa opción cuando vi que su deterioro cognitivo era alarmante.
Mi propia salud es lo bastante mala y preocupante como para necesitar la tranquilidad de saber que mi madre está bien atendida sin que tenga que ser yo quien realice su cuidado, porque ni tengo fuerzas físicas como para manejarla ni mi estado de ánimo es el optimo para ello.
Al final, tomé la decisión de solicitar plaza en una residencia para mi madre y gestioné todo el papeleo necesario para ello.
Tuve la suerte de que no tardaron mucho en asignarle una plaza. Pero como siempre, las cosas buenas me llegan con un punto malo… y la plaza se le asignó muy lejos de mi casa, en una localidad lejana y mal comunicada.
Rechacé la plaza y Servicios Sociales tenía un mes para asignarle otra… una plaza que ya no podría rechazar, fuese donde fuese. Incluso podía haber sido más lejos.
Pero de nuevo tuve suerte y le asignaron plaza en una localidad cercana y con buena comunicación hasta mi casa. La parte mala asociada a esta buena suerte es que esta residencia no solo no tiene unidad de Alzheimer y/o demencia senil sino que es una residencia de un grupo inversor en conflicto, con escasez de personal y poca calidad de cuidados para sus residentes.
Desde que mi madre ingresó, voy a visitarla dos o tres veces en semana. No puedo ir con más frecuencia porque tardo al menos 40 minutos en ir y otro tanto en volver.
Sin embargo, a menos de 10 minutos de mi casa hay una residencia geriátrica que dispone de la unidad de Alzheimer y demencia senil que mi madre necesita... y allí quería pedir el traslado. Pero para eso tenía que esperar 4 meses hasta poder presentar la solicitud.
Cada visita que hago, cada día que voy, he tenido que bregar con la desidia del personal de la residencia Vitalia Leganés donde está mi madre.
Cada día he tenido que contarles como cuidar de ella, resolver conflictos, quejarme de malas actitudes, evitar que le administren un medicamento que ya desaconsejó su neurólogo en un informe médico reciente, exigir que le apliquen un remedio porque tenía totalmente enrojecida la espalda y glúteos debido a la acumulación de sudor, demostrarles que mi madre es capaz de andar para que no la manipulen entre dos auxiliares como un saco de patatas…
Cada día una batalla, cada día regresar a casa con una nueva decepción, un nuevo quebradero de cabeza.
Mi madre ingresó en la residencia teniendo una escara en la zona lumbar que necesita cuidados especiales. Requiere curas diarias, cambios posturales… se supone que estaban haciendo eso desde que entró, el dia 24 de Junio. Pero el 19 de agosto la pasaron a la UGA, Unidad Geriátrica Asistida, una especie de “cuidados intensivos” que tienen en la residencia. La excusa es que allí estará mejor atendida, que allí pueden darle los cuidados que necesita. Según eso, cuando ha estado en su planta, ¿no le dieron esos cuidados imprescindibles para cualquiera que tenga una escara? ¿O la trasladan solo porque yo me he estado quejando?
En teoría, es bueno que la tengan en esa UGA porque mejorará de su escara. Pero el resultado más inmediato ha sido un tremendo deterioro de sus capacidades. Porque está olvidando como hacer algunas cosas que antes hacía por sí sola.
Lleva desde el día 19 de agosto sin salir de la cama, porque en la UGA no la sientan en un sillón ni la hacen andar. Por tanto, ya apenas se sostiene en pie. Y lo sé porque la llevamos a visitar a su hermana y fue casi imposible hacer que se moviera.
Cuando ingresó en la residencia, mi madre no tenía incontinencia urinaria o fecal, iba al baño sola y sabía incluso limpiarse (con supervisión). Cuando estaba en su planta, dejaron de darle esa opción, la llevaban entre dos auxiliares al baño, la sentaban, la limpiaban... Desde que está en UGA y no la sacan de la cama la han acostumbrado a usar pañal bajo la excusa de que la cuña le roza con la zona de la escara (señal de que les ponen la cuña y la dejan puesta horas hasta que hacen “algo” en ella). Así que ahora ya usa pañal como algo diario y habitual.
Lleva desde ese día de agosto sin comer nada solido, solo come purés y batidos o yogures, así no tiene que usar las dentaduras. Ahora, cuando le das algo que debe masticar lo escupe… porque ya no sabe hacerlo.  Incluso las pastillas se las machacan y se las dan en una cucharada del puré, sin importar el hecho de que así resultan amargas. De todos modos, antes tampoco le lavaban las dentaduras después de las comidas, porque según afirman eso es imposible ya que hay muchos ancianos que usan dentaduras postizas y no tienen tiempo ni personal suficiente como para darles ese cuidado... cuidado que por otra parte puede generar muchos problemas de salud, como infecciones dentales o estomacales, y que se recomienda a cualquier persona, tenga o no dentadura postiza. ¿A quien se le ha ocurrido que lavarse los dientes después de las comidas es algo prescindible o innecesario?
Si antes se aturullaba al hablar, ahora habla mucho menos, apenas con monosílabos… porque nadie acude a darle conversación los días que yo no voy a verla y está perdiendo la práctica del uso diario. En la UGA ni siquiera tiene un televisor o hilo musical para combatir el silencio de la habitación. Así que en este tiempo ha perdido la capacidad de andar o sostenerse de pie, la capacidad de contener esfínteres o ir al baño, la capacidad de hablar o responder, la capacidad de masticar o tragar sólidos… en solo 4 meses, me la están convirtiendo en un vegetal.
La tranquilidad que esperaba conseguir ha resultado ser solo una fantasía, una quimera.
Hace unos días pude solicitar el traslado, pero ahora toca esperar a que haya plaza disponible en la residencia DomusVi Móstoles, la que está al lado de mi casa. Por suerte, solo tenemos 3 personas delante en la lista. No sé cuando tiempo será eso. Espero que sea poco.
No sé si la otra residencia será igual de penosa, pero al menos la tengo tan cerca que podré ir todos los días o presentarme allí en 10 minutos si surge cualquier problema o asunto que deba solucionar. Tengo que conformarme con eso.
Es cierto que me han hablado muy bien de esta residencia. Mi tía, que vive en mi misma localidad, tiene amigas residiendo en este centro y afirma que están muy contentas allí, bien atendidas y relativamente felices.
En España estamos en plena época electoral y también de manifestaciones y protestas sociales. Cada día se descubre un nuevo caso escandaloso de residencias donde maltratan, desatienden y perjudican a los ancianos allí ingresados... es deprimente. El único consuelo es que ahora estos casos salen a la luz tanto en prensa escrita, televisión y radio como en redes sociales. Y cuando un problema es visible, es cuando empiezan a buscarse soluciones. No solo para ayudar a los abuelos que actualmente están en esas residencias, sino para que cuando nos toque a nosotros, que un día nos tocará, el sistema funcione mejor de lo que funciona actualmente. 
Mientras eso llega, he decidido que yo no quiero acabar en una residencia geriátrica. Voy a reservar medicación, de la más fuerte que tomo, y cuando me vea imposibilitada, me meto una sobredosis y me voy a la cama… a dormir el sueño eterno.