Los últimos cuatro años han sido bastante malos,
gradualmente un año peor que el anterior. Los dos últimos años han sido un
verdadero infierno, una condena perpetua a trabajos forzados, 24 horas al día,
7 días a la semana. Porque aunque en realidad no haya hecho grandes esfuerzos físicos,
los esfuerzos emocionales y mentales me han dejado exhausta. Sin mencionar mi
propia salud más bien mala, con mi persistente anemia ferropénica y dolencias
cardiopulmonares.
La mayoría de esa carga emocional viene del empeoramiento
acelerado del estado mental de mi madre.
Hace cuatro años le diagnosticaron demencia senil, con
grandes pérdidas de memoria, mala conducta con tendencias agresivas, mala
actitud y poco colaboradora, y muchas cosas más, pero todas ellas eran de carácter
leve o moderado, en rachas intermitentes… soportable. Los momentos en que no
estaba pasando por una de esas rachas malas, mi madre era una persona activa y
amable, incluso disculpándose por darme tanto trabajo, intentando ayudar o al
menos no ser un problema.
Pero de repente, hace un par de años su estado mental se
agravó y pasó a ser totalmente insufrible. En sus mejores momentos no recuerda
quien es, asume mi personalidad o cree que sigue teniendo 20 años recordando
cosas de esa época o de otras épocas ya muy atrás en el tiempo.
En sus peores momentos, esa falta de memoria se incrementa y
despierta el monstruo colérico que lleva dentro. En esos momentos es agresiva,
con ataques verbales y físicos, busca confrontación con insultos y maldiciones
para provocar una discusión, pide socorro gritando que la tengo secuestrada, descarga
puñetazos, arañazos o mordiscos cuando intento ayudarla a moverse.
En ese estado se rebela contra las cosas más básicas: se
niega a vestirse, ducharse, asearse, peinarse o lavar sus dentaduras postizas.
Se resiste a sentarse en el inodoro para hacer sus necesidades y, si me
descuido, se orina en cualquier lugar de la casa. No es una cuestión de
incontinencia urinaria, sino de rebeldía y desorientación.
Imagina la escena: Tiene ganas de orinar, se levanta a duras
penas del sofá, se baja la ropa, se agacha y hace lo suyo… por supuesto, se empapa la ropa y el calzado
que lleve puesto, deja un enorme charco con un fuerte olor acido… y lo hace a conciencia,
esperando ese momento en que estoy haciendo otra cosa y no puedo vigilarla.
Por ejemplo, cuando estoy en la cocina guisando se lo hace
en el rellano de la entrada; si me echo un rato la siesta, se lo hace en medio
del salón; si me voy al baño, se lo hace en la cocina… ese es el matiz de rebeldía.
Porque antes de dejarla “sola” siempre le pregunto si quiere hacer algo, específicamente
si quiere ir al baño.
Igual ese es mi error, preguntarle si necesita orinar porque
así sabe que en el siguiente rato no voy a poder estar con ella para llevarla
al baño y eso le da la pista necesaria de que los siguientes minutos puede
hacer lo que quiera sin que yo “la pille”.
La hora de dormir es otra odisea. Imposible lograr que se
acueste pronto. Para colmo, es reticente a los calmantes y somníferos. Hemos
probado todo tipo de medicamentos, de distintas graduaciones y en las dosis máximas
aconsejadas con seguimiento de su médico, por supuesto. Cualquier medicamento
que debería noquearla en 5 minutos a ella tarda una hora en dejarla apenas
amodorrada. Solo que eso no le impide intentar levantarse cada rato. Es como un
reloj de cuco, cada hora (a veces incluso menos) se incorpora en la cama intentando
levantarse, aunque sin fuerzas para ello.
Sorprendentemente se mueve más estando acostada que cuando
está despierta. Por ejemplo, se gira hasta acabar poniendo los pies en la
almohada y la cabeza colgando por el lateral opuesto de la cama, a veces el
torso entero. La he llegado a encontrar con medio cuerpo colgando de la cama y
la cabeza sobre el “cuco” del perro.
Yo solía aprovechar las noches para hacer mi “vida”: mis
traducciones, mi Facebook, mis juegos de “seek & find” (buscar objetos) o
similares, ver alguna película o serie, escuchar música leyendo algún libro…
Todo eso es imposible hacerlo cuando cada hora (o menos) tengo que echar un
vistazo al dormitorio para ver si mi madre sigue acostada y volver a ponerla en
una buena posición si se ha intentado levantar o se ha cruzado en la cama.
Este mismo escrito me ha costado varias horas hacerlo, en
varios días, por las pausas que he tenido que hacer para acudir a su lado y
atenderla.
Una de las cosas que he estado gestionando en los últimos dos
años y pico ha sido que se hiciera una nueva valoración de su estado, para
aumentar el grado de su dependencia y minusvalía. Al aumentar al grado 3, que
es el máximo, se tiene derecho a otras prestaciones económicas y ayudas, que
pensaba solicitar en cuanto lograse esto.
Hace dos años cuando vino la Valoradora me dijo que estaba
claramente en un grado máximo de dependencia, sin embargo cuando recibí la valoración
oficial por correspondencia le habían denegado el grado máximo, concediéndole solo
el grado intermedio o grado 2, que es el mismo que tiene actualmente.
Pero yo no soy de las que se rinden fácilmente.
Consulté con sus médicos y la trabajadora social, llegamos a
la conclusión de que no se le había concedido el grado máximo por falta de
informes recientes, ya que habíamos presentado informes de hace 4 años, dos
años antes de esa valoración. Y me tiré el siguiente año y pico llevando a mi
madre a los médicos especialistas para que emitieran informes recientes de su
estado físico y mental. Luego volví a solicitar que se revisara su grado de
dependencia.
Esta vez también solicité una plaza en alguna residencia
para mayores dependientes, porque veo que su estado sigue empeorando y ya casi
no soy capaz de atenderla correctamente, por no decir que mi propia salud se
está resintiendo por dedicarme a cuidar de ella. Para este tipo de plazas en
residencias de la Comunidad de Madrid, la lista de espera es muy larga, así que
la solicité para ir ganando tiempo. Esperaba que transcurriera al menos un año
hasta lograr plaza, quizás dos.
El mismo día presenté ambas solicitudes: la solicitud de revisión
de grado de dependencia y la solicitud de plaza en una residencia de mayores dependientes.
La asistente social me dijo que tardarían por lo menos un año en tener alguna
noticia de cualquiera de esas dos gestiones.
Pero se equivocó, por suerte.
Sobre la primera gestión: el grado de dependencia.
A mediados de Mayo me contactaron para darme cita con la
Valoradora de la Comunidad de Madrid… el día 7 de Junio vendría a mi domicilio
para ver a mi madre y después redactar su informe (aunque luego tardan al menos
dos o tres meses en enviarlo de forma oficial). Apenas había esperado 6 meses
desde presentar la solicitud, por tanto debo sentirme afortunada por esa “rapidez”.
En esta ocasión, la Valoradora también opina que mi madre
debe obtener el grado 3, el máximo. Esta vez contamos con informes recientes
que también lo estipulan. La Valoradora me comentó que para dar el grado 3 se tiene
mas en cuenta el estado mental del solicitante. Y en este punto mi madre cumple
con lo necesario para ser un grado 3… o 4. Ahora solo queda esperar el
documento oficial que determine su grado de dependencia, esperemos que haya
logrado el máximo.
Sobre la segunda gestión: la residencia.
El día de Junio tuve otra llamada importante. Me comunican
que se le ha concedido una plaza de residencia a mi madre, en la localidad de
El Escorial. Igualmente debo considerarme afortunada porque tardaron solo 6
meses, en lugar de lo esperado (un año o más).
Me llamaron un viernes, dándome solo dos días de plazo para
aceptar o rechazar la plaza y las condiciones económicas. Siendo fin de semana,
era imposible consultar con nadie, ni medico, ni asistente social… nadie.
¿Cómo pueden hacer algo así y darte ese margen de tiempo tan
pequeño para tomar una decisión tan importante?
La cuestión económica es aceptable, aunque en mi opinión no
sea justa.
Dados los ingresos de mi madre no se le ha concedido el pago
completo, que supondría un pago mensual del 86% de sus ingresos totales, sin
embargo se le ha concedido el pago parcial pero en su baremo mas bajo. Es
decir, si le hubieran concedido el pago completo pagaría al mes 938 euros. Al
concederle el pago parcial le han asignado el pago mínimo, que son 950 euros.
La diferencia es mínima, por lo cual también debo considerarme afortunada. Como
mi madre tiene una pensión de 930 euros mensuales, cada mes tendré que poner
esa diferencia de mis propios ingresos. Luego recuperaré esa “inversión” cuando
lleguen las dos pagas extras. Otra opción es dejar intocadas esas pagas y que
salga de ahí esa pequeña cantidad mensual que se debe añadir cada mes.
Por una parte, me parece injusto que no le concedan el pago
total dado que su familiar más directo tampoco tiene unos ingresos altos y ella
necesitará comprar también otras cosas. Ellos consideran que estando en la
residencia los abuelos no necesitan nada, pero nadie le va a comprar a mi madre
esas otras cosas como artículos para su aseo personal, ropa, etc…
La cuestión de la ubicación de la plaza asignada era muy
negativa.
El Escorial está a unos 48 kilómetros de mi casa, lo más lejos que se
puede ya que no pueden asignar una residencia a más de 50 km del domicilio
actual. Además, esa localidad está muy mal comunicada con la mía (o cualquier
otra). También pude localizar fotos de la residencia en cuestión y era
horrorosa. Un caserón viejo en el centro del pueblo, con un miserable patio
pequeño, apenas cuatro mesas y unas pocas macetas colgadas de muros de piedra
vieja, habitaciones antiguas y poco iluminadas… un autentico horror de sitio.
Puede que luego tengan a los “yayos” súper atendidos, pero las instalaciones me
parecieron del año de la polka. Y aunque tengo coche para ir, tardaría en
llegar al menos 40 minutos por carreteras locales. El día que mi coche se
averíe, tardaría al menos hora y media en autocares por la mala comunicación que
hay con mi domicilio.
La única opción que me daban era rechazar esa plaza y poner
a mi madre en una lista de espera para la zona sur, que es donde yo vivo ahora,
durante un máximo de un mes. Si en ese tiempo no sale una plaza en esta zona, podría
tocarle en cualquier localidad de la comunidad de Madrid, por muy lejos que
estuviera. Y si rechazo esa segunda opción, mi madre estaría fuera del sistema
y tendría que solicitarlo de nuevo, con una espera mínima de un año. Si
aceptase la plaza del Escorial, podría solicitar un traslado cercano cuando
pasara 4 meses en esa residencia.
La zona sur de la comunidad de Madrid es muy amplia, hay muchísimas
residencias… también hay muchos mayores esperando plazas libres.
Pero decidí
correr el riesgo.
Apenas una semana después, el día 13 (para que luego digan
que los días trece dan mala suerte) me llamaron para ofrecerme otra residencia,
esta vez en Leganés. Teniendo en cuenta que yo vivo en Móstoles, esta localidad
me viene infinitamente mejor que la anterior. No solo está a mucha menos
distancia (apenas 15 kilómetros) sino que está mucho mejor comunicada por
carretera y si me falla también podría ir usando Metro-Sur, con lo cual en
coche serían 10 minutos de camino y en metro puede que fueran 20 minutos. Y
decidí aceptar.
Pero para darme un pequeño margen de tiempo, les pedí que me
llamaran en un par de días bajo la excusa de contarle todo a mi hermano y tomar
la decisión juntos… aun sabiendo que la decisión está ya más que tomada. Solo quería
ganar un poco de tiempo para hacerme a la idea, para empezar a preparar sus
cosas, a planear los siguientes movimientos que me tocará hacer…
El lunes 17 me llamarán y aceptaré. Una vez hecho esto, la
propia residencia contactará conmigo en un máximo de 10 días para decirme la documentación
que debo llevar, cómo y cuando se hace el ingreso. Y aun así, aunque esta
residencia está muchísimo más cerca que la otra, en cuanto pueda solicitaré el
traslado por cercanía a una residencia que esté en mi misma localidad, Móstoles.
De momento ya he comprado etiquetas con su nombre para
marcar la ropa, que supongo será una de las condiciones. Ya he hecho una selección
de su ropa, al menos la de verano, para ver la que está más “decente” y lo que
necesito comprarle (aprovechando que el día 25 cobraremos la paga extra). Ya se
lo he contado a su médico y juntos hemos revisado su orden de medicación para
que quede muy clara cuando pase a ser tratada por el médico de la residencia.
Tengo la intención, sobre todo al principio, de visitarla a menudo
y de llevar un seguimiento muy detallado de su medicación. No quiero que la
tengan sedada por ser tan hiperactiva para según qué cosas, no quiero que le
den cosas que no le han ido bien en el pasado, no quiero que crean que estoy dejándola
allí para librarme de ella… porque no es así.
Si acepto llevar a mi madre a esa residencia de mayores,
cuando siempre dije que mientras yo viviera ella estaría conmigo en casa, es
porque su estado de salud física y mental hacen que me sea imposible cuidar de
ella apropiadamente. Porque soy incapaz de darle un horario normal, diurno; soy
incapaz de lograr que coma lo que debe, una dieta sana y equilibrada; soy
incapaz de lograr que descanse, que tenga un aliciente, que sufra menos.
Espero que allí logren eso, espero que pueda hacer amigas
con otras señoras mayores, espero que haga actividades lúdicas en vez de estar aquí
todo el día en el sofá viendo la tele… espero que no se rebele demasiado contra
su nuevo “hogar”.
Al principio, le contaré una mentirijilla piadosa. Como
actualmente le están curando una escara que le ha salido en la zona lumbar (por
tantas horas que pasa sentada en la misma postura) le diré que para poder
curarle esa herida adecuadamente la tienen que ingresar. Dejaré que crea que es
un hospital, no una residencia, y que será solo temporalmente. También llevo
unos días contándole que me tienen que ingresar para hacerme una operación y
estoy buscando la manera de que ella quede bajo buenos cuidados mientras yo
estoy ingresada. De ese modo espero que le sean menos duro los primeros días en
la residencia. Una vez que esté allí, que acepte la nueva rutina de horario y situación,
que se sienta cuidada por las asistentes y enfermeras, que pueda hacer amigas o
charlar con otras “yayas”… espero que se adapte bien. También confío en que su maltrecha
memoria ayude a que acepte la nueva rutina de mejor modo, sin demasiado trauma.
Aunque conociendo a mi madre, que siempre ha sido muy teatral y con tendencias
depresivas, sé que pasará malos ratos, sobre todo al principio. Es inevitable.
Por si acaso intenta pedir que la manden a casa, tengo ya la
documentación necesaria para solicitar su incapacidad mental legal y nombrarme
tutora legal suya. De ese modo podré llevar yo todos sus asuntos, económicos y médicos.
Así, si su médico quiere cambiar la medicación tendrá que consultarme, si hay
alguna gestión que hacer en el banco podré ir yo, y sobre todo, si en algún
momento de rebeldía o lucidez manifiesta su deseo de irse, no podrá “escapar”
porque su tutora, que seré yo, determinará que lo mejor para ella es seguir en esa
residencia, donde la cuidarán como necesita.
Todo esto es lo que me ha tenido desaparecida durante los últimos
dos años, cada día un poco más lejos de esta labor que tanto me gusta y tanto
me relaja. Pero nunca me fui del todo porque sabía que todo se solucionaría,
con el tiempo.
Ahora regresaré con nuevas fuerzas y nuevo ímpetu… ya inicié
las colaboraciones con otros grupos para agilizar la salida de algunas series
que estaban abandonadas. Ahora también podre retomar mis traducciones,
ediciones y demás tareas.
Puede que todavía tarde un par de meses en tener todo este
asunto encaminado, pero espero que al final del verano todo esté listo y podré
volver a hacer lo que me gusta… traducir.
Y después de este discurso, no queda más que añadir.
Pronto
estaré de nuevo activa… muy pronto.
BESOTES