lunes, 1 de octubre de 2018

Verano infernal


Este ha sido el verano más intenso y agotador que recuerdo. 
Incluso en mi época más activa, trabajando y viajando por España, nunca me había cansado tanto.
Y todo por la familia.
Mi prima Belén y yo tenemos muchas cosas en común. Somos de edad muy cercana, tenemos gustos similares, filosofía vital parecida, carácter parecido y también las mismas obligaciones familiares.
Mi prima está al cuidado de su madre, hermana mayor de mi madre, y yo tengo que cuidar de mi madre... cada una con sus enfermedades, diferentes aunque parecidas. 

En el caso de mi madre, tiene graves problemas de movilidad por problemas de espalda y de su pierna izquierda. Ambas dolencias le causan un dolor muy intenso para el que lleva muchos años medicándose con morfináceos muy fuertes, lo cual le ha causado demencia senil. Esto significa que cada cierto tiempo, indeterminado y sin avisar, mi madre olvida casi todo, incluso olvida como hacer las tareas más rutinarias y básicas de su propio cuidado personal.
Por poner un ejemplo, mi madre lleva fumando desde los 30 años (ahora tiene 73) y olvida como coger el cigarrillo hasta el punto de intentar fumárselo del revés, tanto es así que si no la vigilo se quemaría los labios. Por eso le estoy restringiendo el tabaco, de paso voy reduciéndoselo para que deje el “vicio” poco a poco, con el beneficio para su salud que ello conlleva.
En esos “momentos-nube” también olvida quien soy yo, el parentesco que nos une, mi nombre o incluso el suyo propio. Y creo que eso es justamente lo más duro: cuando tu propia madre te pregunta quién eres tú, sin recordar que es ella quien te ha parido.
En el caso de mi tía, también tiene dolorosas e incapacitantes dolencias óseas (aunque no llegan al nivel de mi madre), pero lo peor es que lleva un par de años con Alzheimer progresivo. Hace casi un año, mi prima tuvo que llevarse a su madre a vivir con ella porque ya no podía quedarse sola. Y ahora, por desgracia, ya está en una fase tan avanzada de la enfermedad que apenas recuerda ni su propio nombre. Tampoco recuerda que mi prima es su hija… algo que también tenemos en común.
Mi prima Belén es cuidadora de ancianos en una residencia de día. Por suerte, lleva muchos años trabajando allí y le permiten llevar a su madre para tenerla con ella durante su jornada laboral reducida, solo turno de mañanas. Por desgracia, el salario también es reducido, apenas para sobrevivir, y le descuentan la manutención de su madre dado que le dan allí desayuno y comida.
Este verano le ha surgido la posibilidad de un trabajo extra para el horario de tarde/noche, una suplencia muy bien pagada que a mi prima le viene genial. Y cuando estaba a punto de llamar a su empleador para rechazar el puesto, le ofrecí cuidar de mi tía durante esa suplencia, para que ella pudiera ganar ese dinerito extra que tanto necesita.

Mis expectativas eran así: cada tarde me iría a casa de mi prima para cuidar de mi tía, pero llevando a mi madre para poder cuidar también de ella. A fin de cuentas, pensé que siendo hermanas se llevarían bien. Y no podía ser tan diferente cuidar de dos mujeres en lugar de una, ¿no?
¡¡Nada más lejos!!

Cierto que son hermanas, que se quieren y se llevan muy bien… pero… ¡¡¡solo cuando se recuerdan!!! Y eso, dadas sus capacidades mentales reducidas, sucede con muy poca frecuencia.
Por tanto, donde yo esperaba que ambas hermanas se llevaran bien, me encontré con dos mujeres peleando por la atención de quien cuida de ambas, disputándose cada pequeña cosa como chiquillas malcriadas. En los ratos de “bonanza” se daban cariño la una a la otra, jugaban a las cartas, recordaban anécdotas del pasado… pero en los ratos de “mente-en-blanco” se peleaban por cada mínima cosa, cada una quería lo que la otra tuviera, se olvidaban la una de la otra y no querían “estar con extrañas”…
En resumen, doble trabajo para tratar con ellas.

Para poner la cosa más difícil, ambas son de carácter fuerte, siempre fueron las que llevaron adelante la familia, bregando con todo tipo de cosas, siendo activas e independientes… ambas se ven ahora imposibilitadas y se sienten frustradas, pagando esa frustración con quien tienen más cerca, es decir, con la persona que está cuidándolas. Parece que no valoran ni agradecen los cuidados que reciben, incluso cuando sus memorias no están en el “limbo”. Algo que también es muy frustrante para mí y para mi prima Belén. Otra cosa que tenemos en común.
Para facilitar las cosas, he pasado la mayoría del verano en casa de mi prima, ya que mi piso es muy pequeño y ellas viven en una casita baja, con un patio semi-techado, con macetas de rosales y tumbonas para tomar el aire o el sol. Algunas noches incluso me quedaba a dormir allí, porque estaba demasiado cansada para volver a casa, acostar a mi madre y luego levantarme de madrugón para relevar de nuevo a mi prima. Además, Belén llegaba tan cansada de sus jornadas intensivas de trabajo, empalmando su trabajo habitual con el de la suplencia, que me daba lástima dejarla bregar con su madre para acostarla, bañarla o lo que fuera necesario.
Tuvimos que pedir ayuda a otra prima nuestra, para cuidar de ambas hermanas en los días que yo tenía que hacerme pruebas o acudir a médicos, que también fueron unos pocos… y la pobre siempre me esperaba desquiciada, apenas entendía cómo podíamos ocuparnos de ellas y no volvernos locas en el intento.

Lo único malo es que en casa de mi prima Belén no hay internet, ella es de la vieja escuela y odia la tecnología moderna. Eso es algo que nos diferencia, no somos iguales en todo. Y aunque hubiera querido entrar en internet con mi móvil, la zona es pésima de cobertura tanto para llamadas como para captar internet. Tampoco es que yo me apañe demasiado a navegar desde el móvil, pero podía haberme llevado el portátil. De hecho, me lo llevé los primeros días, aunque no fuese más que para intentar hacer alguna tarea del grupo, para corregir o traducir…

¡Qué inocencia la mía!
 
Con dos mujeres metiéndose cada poco rato en sus “nubes de memoria”, fue totalmente imposible. Necesitaban mi atención casi todo el tiempo, interrumpiendo cualquier labor que quisiera realizar. Ni siquiera fui capaz de ver alguna serie o película sin tener que parar el video cada pocos minutos para atender a alguna de las dos hermanas desmemoriadas. 

Me aficioné a hacer una manualidad, porque así mi mente se relajaba un poco. Lo llaman “bordado de diamantes”. Son unos tapices engomados que vas cubriendo con “diamantitos” de colores según el patrón que indica para crear el dibujo del tapiz, como aquellos dibujos infantiles que vas pintando puntos de colores pero con esos “diamantitos” en lugar de pintura. El resultado final es un tapiz hecho con esas bolitas brillantes que queda realmente genial porque cada bolita refleja la luz dando un efecto precioso.
Y claro, elegí brujas para esos tapices. La primera era un dibujo parcial, solo la bruja sobre fondo pintado. Fue sencillo de “rellenar” y tardé tan poquito tiempo en hacerlo que me enamoré y decidí intentar con un tapiz completo.
Por supuesto, para continuar elegí otra bruja; esta es un poco más grande, con más colores, mas bolitas… y ya solo me falta el último color por añadir. Pondré alguna foto cuando lo haya terminado.
Incluso cuando estaba haciendo este “bordado de diamantes”, me interrumpían cada poco rato, ya fuese mi madre o mi tía, o ambas. Pero en esta tarea, las constantes interrupciones de las dos “viejitas” no resultaban tan incordiosas, incluso me servían de excusa para levantar la cabeza y no dañarme las cervicales.

¡Santa Mierda!, son mi familia y las quiero, pero… ¡¡¡¡estuve a punto de matarlas muchísimas veces!!!!!!!

Cuando mi prima tenía algún día libre yo aprovechaba para volver a casa, dejando allí a mi madre a su cargo… pero en esas horas robadas tan solo me quedaban fuerzas para descansar, dormir y tranquilizar los nervios para el siguiente periodo de batallas con mis dos “viejitas”.
Hoy aprovecho uno de esos días libres de mi prima para escribir esta entrada en mi diario y tranquilizar a quien se esté preguntando donde he estado todo este tiempo.
En todo este tiempo, ni me planteé entrar en Facebook, segura de que tendría demasiados mensajes por responder, notificaciones, alertas y demás historias que requerirían dedicar un tiempo que no tenía. Preferí olvidarme de acceder a mis redes sociales y dedicar mi escaso tiempo a descansar y olvidar tensiones.
Todo fue decidido en una noche, cuando mi prima me habló sobre esta suplencia por teléfono y le ofrecí mi ayuda. Todo fue tan rápido que no tuve tiempo de avisar en redes sociales, o en mi blog “Diario de…” antes de “mudarme” a casa de mi prima y mi tía.

Por suerte, el Staff de “Hot Passion Books” tenemos un grupo de WhatsApp y he podido contarles un poco como me va, para que no se preocupen. Mis compañeras si han podido seguir con sus tareas asignadas, como siempre a su propio ritmo cada una de ellas. Yo he tenido que dejar todo absolutamente parado.
Parado, pero no olvidado ni abandonado.

Hoy acaba este mes de septiembre y mi prima termina su suplencia. Hoy podré volver a mi casa, mi rutina, mi vida y mis tareas.
¡¡¡Y no sabéis cuanto lo estoy deseando!!!

Este año más que nunca, deseaba fervientemente que llegase mi mes favorito del año: Octubre.
¡¡¡Y por fin llegó!!!

Este es el mes en el que cumplo los años, mi “mes de fiestas” porque también tengo el cumpleaños de un tío mío, cuatro primas y tres amigas, además de un par de aniversarios y santos (aunque este año no estoy yo para muchas fiestas).
Sobre todo, es mi mes favorito porque es el mes que se llena de brujas, como las que componen mi colección y tanto me gustan. Y como yo también soy un poco bruja… vuelvo en octubre, volando en mi propia escoba de ilusión.

¡Ya vuelvo!